UN TEXTO ES LA PARTITURA DEL LENGUAJE; LAS PALABRAS, AIRE ESCRITO

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Decía el Emperador Romano Marco Tulio Cicerón: Una casa sin libros es como una habitación sin ventanas.

 

En un mundo cada vez más aglutinado en donde la información y la no información viaja a una velocidad supersónica, hemos vuelto al pensamiento de manada, a la dificultad de sustraernos de la presión del grupo, en donde las sociedades se sienten cómodas en su círculo de confort con una mentalidad de adolescente caracterizada por la inmediatez y la irreflexión.

La selfie aplastó las conversaciones, ganar un like se confunde con ganar un amigo, la confusión y la niebla envuelven a nuestras comunidades post pandemia en medio de una locura colectiva, en tiempos de servilismo generalizado a falsos mesías, ideologías fracasadas y obsoletas.

Es por ello, que encuentro plena vigencia y espero que coincidamos con ustedes, en una de las frases que conforman el gran legado de uno de mis escritores favoritos Stefan Zweig: Nada es más difícil, que conservar la independencia intelectual y moral en medio de una catástrofe de masas.

 

En estos tiempos de encierro, de incertidumbre, de inquietud permanente, los libros son nuestro escudo, nuestro hombro en que llorar y nuestro espejo que nos recuerda la maravilla de estar aquí. La lectura puede parecer una actividad sedentaria, pero en realidad nos devuelve a la condición nómada y andariega de las buenas historias.

Reunir todos los libros existentes es otra forma —simbólica, mental, pacífica— de poseer el mundo. La pasión del coleccionista de libros se parece a la del viajero. Toda biblioteca es un viaje; todo libro es un pasaporte sin caducidad. BorgesSiempre imaginaba que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca, y tenía toda la razón.

 

Para seguir sazonando este artículo, he querido recuperar este pasaje sobre la vida de Juan García Ponce, quien fue un destacado novelista, cuentista y ensayista mexicano, que se auto describía como: un lector tan voraz y atento como desordenado; pero quizás en las lecturas existe un orden secreto que, bajo la apariencia exterior del desorden, nos va conduciendo a las metas que oscuramente buscamos. Todavía hoy creo que uno encuentra los libros en el momento que los necesita por el camino de una casualidad que en el fondo está determinada por las exigencias  de una búsqueda que puede no ser consciente, pero existe, y cuyo verdadero sentido es la necesidad interior.

 

Dice una de mis escritoras favoritas, a quien he dedicado esta columna, la española y doctora en Letras Clásicas Irene Vallejo, la del exitoso libro EL INFINITO EN UN JUNCO con casi medio centenar de ediciones en poco más de dos años, publicado en más de 40 países y traducido a más de 30 idiomas: Hay un deporte universal que todos practicamos, por perezosos y poco atléticos que seamos: intentar cambiar la forma de ser del prójimo…modelar el carácter ajeno es una modalidad de alto riesgo.

 

La originaria de Zaragoza, España; quien afirma que en realidad la historia de la literatura con nombre propio comienza con una mujer; por primera vez se reunió con lectores mexicanos y quedó gratamente sorprendida por la calidez del auditorio y el reconocimiento a su trabajo literario. Por eso he querido en esta ocasión, dedicar mi columna que he titulado con una de sus frases, a Irene Vallejo, y hacer eco del reconocimiento de todos los lectores mexicanos, por su maravilloso libro que llegará a ser un clásico. Ya lo he leído en dos ocasiones y pronto habrá una tercera.

La fila de más de 700 personas que se formaron en la Sala Nezahualcóyotl de la UNAM, deja constancia del reconocimiento y afecto que le tenemos sus fans mexicanos. Una de las asistentes tuiteó: Qué privilegio poder escuchar a Irene Vallejo, sencilla, inteligente, amable, simpática y después de más de dos horas por fin conseguimos la firma en el libro «El infinito en un junco»

EL INFINITO EN UN JUNCO es el Disneylandia de los niños, Las Vegas de los apostadores, el Garibaldi de los bohemios, la Rioja de los someliers, el Oaxaca de los sibaritas y el regazo de los pensantes y reflexivos. Espero no incomodar a los puritanos, pero es que me parece uno de los libros que marcan una época.

De pluma fina y elegante que motiva a leer, Irene platica: De niña no fui consciente, pero ahora me ha fascinado la operación tan extraña, sinestésica y mestiza que implica enseñar a los ojos a escuchar.

 

Sigo citando a la aragonesa: Somos seres entrelazados, fabricamos tapices de palabras, nos anudan los hilos del lenguaje. Desde que nacemos enviamos señales con las manos, el arco de las cejas, los titubeos. Por eso, cuando alguien se muestra transparente, cuando su mirada y su gesto reflejan con claridad lo que siente, decimos que es un libro abierto.

 

Las enseñanzas de este párrafo que acabo de citar, serían de mucha utilidad para quienes han tomado el difícil camino de hacer política y que complementaría con las siguientes líneas: No somos mejores quienes leemos que quienes no leemos, y no todos los libros han hecho una aportación benéfica a la sociedad: Me asusta que se sacralicen los libros al punto de que quien lee se pueda sentir superior a quien no lee.

En 2020 fue galardonada con el Premio Nacional de Ensayo por su libro ‘El infinito en un junco‘, que ha cosechado el aplauso del público y de la crítica y que también le hizo merecedora de un premio El Ojo Crítico de Narrativa 2019. El año pasado, fue distinguida con el Premio Aragón 2021, que es el más importante que concede la comunidad autónoma.

Podría seguirles animando para que lean este libro delicioso  y se enteren de cómo y porqué fue destruida la biblioteca de Alejandría, pero preferiría ya dejarlos reflexionar con una cita más de nuestra homenajeada: Nuestros cuerpos son página, atlas y partitura: narran lo que no está escrito.