¿Baño de hombres?
Hace días nos invitaron a un evento en un hotel de convenciones de Querétaro. Como toda persona curiosa, al estar ahí, miraba todo con asombro. El lugar era agradable: diplomático y elegante para mi gusto.
Dados los protocolos: saludar, platicar un momento con los invitados, darles la bienvenida a todos aquellos que llegaban de otros estados, tomar el café charlando el cómo estás, el café y agua hicieron su efecto por lo que me di a la tarea de preguntar ¿Dónde estaba el baño?
Una de las recepcionistas, me indicó que caminara hacia el lado derecho, sobre el pasillo en el que estábamos. En automático, antes de entrar, miré la figura de muñequita que me indicaba que era el baño de mujeres.
Entré metida en mis pensamientos, mi universo se confrontó con la figura de un hombre saliendo del área de los sanitarios. Deteniéndome en seco, le dije con los ojos muy abiertos: ¡Perdón! ¿Es el baño de mujeres o es el baño de los hombres? Él me miró muy tranquilo, divertido se dirigió a los lavabos mientras me contestaba:
– Sí es el baño de los hombres.
Giré inmediatamente sobre mis talones, afuera volvía a revisar la muñequita que, según yo, sí me había indicado, era el baño de mujeres. Y sí, efectivamente la muñequita estaba frente a mí, luego vi el icono del niño.
Entonces me regresé convencida, segura y tranquila para confrontar al susodicho que ya se estaba lavando las manos de espaldas a mí por lo que le dije:
– Creo, ¿Qué tú estás en el baño de mujeres?
Él sorprendido me miró sin terminar de lavarse las manos. Abrió más los ojos que yo y me dijo:
– Perdón, perdón, perdón. Con razón, los vi raros.
Solté la carcajada. Entré al área del wc, me lavé las manos en medio de una risa continua.
Regresé al evento divertida contándome esta historia que hizo el día, simplemente, diferente a otros eventos con los que hay que cumplir.