Brevísimas palabras sobre el espíritu para continuar…

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Habría que comenzar por la inequívoca idea de que el alma y el cuerpo se encuentran anexados al mundo corpóreo. Cuando hablamos de alma, pero no en tanto espíritu hay que indicar que hablamos de conceptos distintos de los empleados por la religión cristiana y por consiguiente en el contexto de nuestra cultura judeocristiana. Así que desde esta perspectiva el alma no tendrá la característica de espiritualidad de otros pensamientos filosóficos, esto es dado que lo psíquico y lo físico no se diferencian con tanta nitidez pues son vistos como una misma realidad son considerados dos puntos de vista de una misma realidad. Sin embargo podemos partir de acá, con la intención de verificar si la experiencia sirve para refutar o para justificar una ontología de carácter tríadica, la que queremos plantear.

Así es que necesariamente hay que remitirnos al pensamiento platónico, que sería el germen y el abono de germen de la actual antropología filosófica, aquel constructo que fuera diseñado por Max Scheler, quien aseguraba sin dudar que el naciente saber debería de ir a caballo entre las ciencias positivas y la metafísica, de tal suerte que el pensamiento pudiese volar cuanto lo desee, pero al mismo tiempo poder armonizar y aterrizar con la experiencia, y hoy más que nunca la legitimidad de la experiencia la tiene el conocimiento científico.

Ahora bien, si se trata del análisis de la conciencia, sobre todo en el contexto del desarrollo espiritual, hay que decir que lo más objetivo son las propias vivencias introspectivas o fenomenológicas, esto significa que si o si debemos llegar a la ontología antropológica por la vía fenomenológica, o mejor ni entrarle. La recompensa es que si bien el ejercicio introspectivo nos puede ofrecer datos relativos, en cuanto que como todo ejercicio es susceptible de desarrollarse y por tanto nada nos garantiza que todos podamos llegar a las mismas experiencias, pero no por ser relativos dejan de tener valor y objetividad, entonces no se trata de un subjetivismo en su acepción negativa sino de subjetividad, de relatividad no de relativismo.

Siguiendo por el mismo camino hay que decir que sumar al sustantivo cuerpo el adjetivo propio permitirá distinguirlo de este cuerpo biológico, tal como lo conocemos y tratamos habitualmente. El cuerpo material y sensible se llama en alemán Kórper, esto es, el cuerpo que nos permite acercarnos a la realidad compleja que es el ser humano. Entonces, distinguir este cuerpo que verdaderamente le corresponde al ser del otro que se asemeja al de los animales y en general, a la materialidad del mundo, esto es  lo humano.

Entonces, aquello que contiene la peculiaridad del ser humano no es un nuevo estadio de la evolución de la vida, sino… un principio opuesto a toda vida en general, incluida la vida del hombre. Este nuevo principio, llamado por los griegos Razón, es según Scheler el espíritu: que si bien incluye el concepto ‘razón’, aparte del ‘pensamiento conceptual’ comprende determinados tipos de ‘intuición’, la intuición de fenómenos originarios o esencias, además de cierta clases de actos emocionales y emotivos como la bondad, el amor, el arrepentimiento, la veneración, el maravillarse, la dicha y la desesperación, el libre arbitrio: el término ‘espíritu’.