¿Cómo lo quitamos?
El próximo 03 de Marzo se cumplen 80 años de un triste suceso que cambió la Historia del Estado de México y de la patria toda: El homicidio del Alfredo Zárate Albarrán a la sazón gobernador del Estado Libre y Soberano de México, que significó el término de una época y de una saga política que comenzó con el licenciado Isidro Fabela y continúa con el gobernador Alfredo del Mazo Maza.
Hace treinta años provisto de valioso material –periódicos, entrevistas y el legajo del juicio penal– publiqué el ensayo “Balazos en la Noche”, mimeografiado y curiosamente mi escrito que más “ha pegado”.
Tantas aristas afiladas tuvo, que opté por no publicarla como libro.
Vea usted: el presidente de la Republica era Manuel Ávila Camacho y a su vera estaba su hermano Maximino, se atemperaba el clima socialista de Lázaro Cárdenas del Río, amén que Zárate Albarrán pertenecía a la Federación Socialista de Trabajadores y su matador, Fernando Ortiz Rubio, era hijo del ex presidente Pascual Ortiz Rubio.
Dejé de lado el proyecto y el 10 de Junio del 2010 publiqué la novela “Como lo Quitamos” como periolibro, siendo eso una novela, pero que reúne historia, literatura, y retrato de época.
Hoy con la 4T y AMLO en la presidencia al leerla, sucede como si abriéramos el telón de una obra de teatro inédita y nos explicamos razones y sin razones del Sistema Político Mexicano. Un ejemplo; la llegada al poder mexiquense de don Isidro Fabela quien no llenaba los requisitos legales.
Esta entrega y la que sigue estarán dedicados al tema, que creo lo vale y afortunadamente el periolibro-novela ahí está en el Centro Toluqueño de Escritores a la venta en módico precio.
Ahora permítanme darles una probadita:
Quién sabe por qué los que cantaban con el gobernador paran su canto. Otra vez se hace un medio silencio en el salón del Framboyán. ¿¡Qué¡?, solo se escucha la voz de Arzate y luego ven que se levanta. Uno de los diputados, Eleazar Melosa, pequeño, enteco, algo quiere corregir y sin más recibe un bofetón del gober. Dos del corrillo intervienen y les sale cola: Arzate los insulta y al ver que Eleazar ahí quedó cerca, le vuelve a atizar con tal fuerza, que el delgaduchón diputado al caer, al morder el polvo, deja ver que sus zapatos tienen medias suelas de hule, que eran la moda en ese tiempo.
Es este el momento, a pausas lentamente, congelamos la acción. Primero a cámara lenta, cada vez más lento el accionar: los briagos se yerguen, se inclinan, las bocas se abren y cierran pausadamente, hasta que todos quedan estáticos… Y Rubio, que paso a pasito se acerca a Arzate.
Ahora. Un borrachísimo Rubio, un ofendido Rubio, ve que es momento de resarcir su honor. Es ahora o nunca. Haciendo eses se acerca al corrillo de Arzate. Mientras dos diputados atienden a Eleazar, quien muestra los dientes con sangre, Rubio se apersona arrastrando las palabras y viendo de frente con la mirada perdida le dice a Arzate, hablando en abonos que -esa- no- era- la forma de-tratar-a un-servidor- público.
Arzate estalla y oído por casi todos los asistentes le espeta: ¡po-bre, infeliz!, ¡si yo, te le-vanto la canasta, te mueres, de ham-bre!, nopalito… Ja,ja,juar…, se oye carcajada tras carcajada desde el fondo del salón.
Rubio se va, aparentemente se retira. Creyó más de uno que se iba del ring y tiraba la toalla, pero lo que sucedió y que algunos vieron fue que llegó a su carro con chofer que dormía. Le tocó, sacó una pistola Lugger, negrísima como la noche. Su chofer ni notó bien quién o qué y volvió a dormitar. Ni tan briago como se hacía ver, Rubio llegó al salón. Todos estábamos perdidos diría en actas un testigo ocular. Rubio se acercó a un gobernador igual que él, briago y armado, algo le dijo que lo encendió de tal modo que le propinó fuerte bofetón y en respuesta, Rubio esperando que Arzate moviera las manos hacia su fusca sacó la suya y ¡pum, pum, pum, pum, pum, pum! Le aventó seis balazos a su ¿ex?, amigo y protector,… seis balazos de las cuales sólo le atinó tres, pues los otros tres pegaron en tres de las cercanos al gober, quien por cierto hace apenas tres minutos cantaba a sotto voce: Yo ya me voy al puerto donde se halla la barca de oro, que debe conducirme… yo ya me voy…
Y al rato, en verdad que ya se iba… pero gravísimo, en una ambulancia al llamado Hospital General de Tlalolcán.