EL ÁGUILA Y EL OCASO

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EL águila, encumbrada y majestuosa,

abrió sus alas delta, y sin descanso,

emprendió el vuelo en busca del ocaso,

hacia el río bifurcado, ágil y briosa.

A los caminos que rodean su islote

se dirigió valiente y arrogante,

y se perdió en lontananza con su vuelo.

Buscó el ocaso y lo encontró en el cielo,

quería verlo radiante tras las nubes,

diáfano, magnificente, impresionante.

Y al sentir frente a sí el buscado ocaso,

en el límpido espacio oscuro y laso,

sus claros ojos de águila lloraron.

Pasó de lo visible a lo invisible,

tras la línea final del horizonte

Increíble, espléndido y grandioso,

Y el águila, altiva y elegante,

Se convirtió en la reina del espacio.

 

   

HERMOSO PAISAJE

Sobre la yerba fresca y húmeda del río

miro el oscuro azul del lloroso horizonte.

El cielo, salpicado de centelleantes luces,

que opacan el pálido brillo de la luna,

que apenada se esconde misteriosa

en la línea final del infinito,

tras la sombra silente de los montes,

por no ver reflejada su figura

en el cristal de límpida blancura

que sin remedio la baña.

Y miro la montaña.

Y a lo lejos se escucha la risa cantarina del agua,

que entre valles y llanos recorre turbulenta

el sendero marcado por los años.

Mientras escucho el eco de aquel canto

envuelto en la fragancia del misterio,

dejo libre volar mi pensamiento.

En el aire se respira el aroma del recuerdo,

mezclado en el perfume de las flores.

El silencio, perturbado tan solo por el viento

y el suave volar de un pajarillo

que cruza presuroso el firmamento.

 

Zimapán, Hidalgo, México.

D.R.