¡No entrometerse!

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Uno de los actos más liberadores y a la vez más difíciles es aprender a dejar ser, vivimos en una sociedad que muchas veces nos empuja a opinar, a juzgar y a compararnos constantemente con los demás; sin embargo, llega un punto en la vida en el que tenemos que comprender que cada quien está en su propio camino, enfrentando batallas que no conocemos, y que lo más sabio, y lo más respetuoso, es simplemente dejar ser; todos tenemos libre albedrio y sabremos o no utilizarlo correctamente.

Vivir la vida propia implica soltar esa necesidad (a veces terquedad) de querer estar al pendiente de lo que otros hacen, piensan o deciden. Hay una premisa contundente: si las acciones de alguien más no te afectan de manera directa, no hay razón válida para intervenir, opinar o juzgar; hacerlo no sólo es una intromisión, sino una falta de respeto, pues emana de una percepción personal que puede estar distorsionada por nuestras propias heridas, prejuicios, miedos, creencias o inseguridades. 

No somos jueces de nadie, y emitir juicios desde fuera, sin contexto real, nada más porque yo así lo pienso, lo único que genera es más ruido y más distancia entre las partes.

En lugar de cargar con lo que los demás hacen o dicen, es más saludable enfocarse en el propio crecimiento, sanar el pasado es una parte crucial de ese proceso; aferrarse al dolor, a las heridas o a situaciones que ocurrieron hace años sólo impide avanzar. 

No se trata de olvidar, sino de comprender, aceptar y soltar, cada experiencia deja una enseñanza, pero no todas deben convertirse en cadenas. No superar, máxime cuando hay un cambio de conducta o actitud en la contraparte es sumamente peligroso; las consecuencias van desde el desgaste emocional hasta la ruptura. Así de claro, quedarse anclado en lo que fue, repitiendo mental o verbalmente historias pasadas, nada más lastima, daña y no permite crecer, haciendo que nuestra vida esté llena de rencores absurdos y sinsentidos mortales.

La vida se transforma cuando adoptamos una actitud positiva, abierta y respetuosa; no siempre podremos controlar lo que ocurre fuera de nosotros, pero sí podemos decidir cómo responder ante ello; elegir ver lo bueno, agradecer lo que se tiene y actuar con respeto hacia uno mismo y hacia los demás es una manera de vivir más liviana, más plena. Hay que aprender a perdonar.

Ni una madre o padre, ni un hermano o hermana, tio a tía, esposo o esposa tiene el derecho divino de juzgar desde los supuestos y mucho menos de soltar comentarios venenosos que nada más lograrán desestabilizar la sinergia positiva que pueda existir.

Evidentemente, respetar el camino del otro no significa estar de acuerdo con todo, sino entender que cada quien tiene derecho a decidir cómo vivir. Es más valiente y más sabio enfocarse en construir una vida propia que valga la pena vivir, sin necesidad de vigilar la de los demás. Vivir con autenticidad, sanar lo que duele y cultivar una mente abierta son pasos fundamentales para dejar de reaccionar desde el ego y comenzar a responder desde el amor propio.

No entrometerce, en el fondo, un acto de amor: hacia ti, hacia los demás y hacia la vida misma.

horroreseducativos@hotmail.com