Poema doble de los desdichados
Sabes que del fondo de los vidrios
no vuelve a brotar el agua,
sílice doliente hecha playa.
Verdes, azules, ámbar,
los guijarros confabulan tormentas,
acre ir y venir, las nubes
presagian rumor de heridas abiertas.
Las escaleras no son más que un aviso humillante:
Descender a tus ojeras.
Me advertí Alejandra Pizarnik, Condesa:
Hecha la sangre adquiere un flujo redondo,
de río que no pruebas, ni calla su rugir inquieto.
A mí lado,
tus pies descalzos hacen surco de poesía frenética.
¡Cuidado!, me permito, atroz la pisada fresca de tus versos.
Anómalo sentir me vuelvo, mujer infructuosa,
valiente en la medida de tus horas.
Intento seguirte en tu noble sorpresa,
camino de tu distancia libertaria,
el ancla sobre tus piernas.
Tus manos, presentir de la tersura,
dorso apócrifo, mi huella en tu huella,
d e l i r i u m
Frida Kahlo nos mira en su terciopelo magenta,
Diego no lo resistiría.
Eres mío del suelo al cuello,
dejo tu cabeza a la temida esperanza
de la Blanca Diosa que te apresa.
Quisiera tomar tu dulcísima y viril hermosura.
Te quiero
Afirmas mientras enfilas la siniestra daga de la agonía.
Eres Orfeo, lechuza, canto nocturno que no soporta los días.
Ahora me miras en el peor momento en que se crispa mi vida.
Debería tomarte, beberte sin prisas como correspondes
y lo merece el último brebaje fraguado en el colmo de la ambrosía
pero no puedo. Si algo ha de poseerme será mi queja arpía,
el rostro arlequín de una pobre niña, Príncipe Payaso de mi locura.
Broma acuciante perderte.
Dices: –Amor no duele en tu conciencia expandida,
sugieres psicoanalista para mí que cierre todas las salidas.
Dame el derecho a aspirarte, amarte, bajo riesgo
de perder hasta la desdicha.