Relatos brevísimos
Y que se me hace
La neurosis de mi esposo lo hacía odiar a medio mundo: misteriosamente la usurera del vecindario murió envenenada, luego un taxista que le mentó la madre, apareció arrollado por un automóvil con las mismas características del de mi cónyuge.
Ahora estoy en un brete: la policía sospecha de él y que se me hace, y también de lo hecho.
Moros en la costa
En el mar, la playa y el par de enamorados.
- Ven, no hay moros en la costa, amor… ven.
Y la pareja, junto al mar comenzó el eterno ritual del amor, cuando intempestivamente saliendo detrás de las dunas y blandiendo filosas cimitarras, los moros aparecieron.
Ustedes ya se imaginaron como les fue a los enamorados infieles.
Sin título
Tomó a la inmóvil mujercita como de cera, la colocó a su vera y de una vez, quitándose de la mente lo que prohíbe sin más, posó sus labios en dos blanquísimos montes, luego chupó –con pecaminosa gula– las cerecitas que coronaban los montecitos; desatado, sus dedos, descendiendo ya exploran un bosquecillo de cerdas achocolatadas, cuando su madre, descubriéndolo, lo reprende:
- ¿No te digo? Ya descompusiste el pastel de quince años de tu hermana.
La neta
Los amigos se dan una tregua y charlan entre los lirios de Galilea.
- Maestro, ¿Por qué no todos somos buenos?
- Es ley de Dios que en el hombre haya mala levadura.
- Mi señor, ¿y si en el ser humano no hubieran pizca de maldad? A lo mejor no habría necesidad de que vinieras a salvarnos… y tú lo sabes
- Que cosas se te ocurren al declinar el día, Iscariote del Señor.