Trastorno de la personalidad antisocial

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El Trastorno de Personalidad Antisocial (TPAS) se caracteriza por una tendencia a la transgresión de las normas sociales, a la indiferencia patológica, el desprecio de los derechos de los demás a través de conductas irresponsables y antisociales.

Para el diagnóstico de este trastorno, es necesario que el individuo tenga un historial de trastornos de la conducta antes de los 15 años e implique muchos aspectos de su vida, desde la adolescencia a la madurez (también hay elementos presentes durante la primera infancia). La afectividad es disfórica (irritable, iracunda) con menor capacidad para tolerar el aburrimiento o la frustración. 

A pesar de todas estas características, la presencia de este tipo de trastorno de personalidad no necesariamente es sinónimo de criminalidad cubre muchas áreas de la vida de una persona y se caracteriza por la ausencia de sentimientos de culpa y de lealtad. Es difícil de diagnosticar en edades avanzadas. Parece predominar en jóvenes adultos, sin embargo, no existe evidencia empírica de disminución en grupos clínicamente definidos. A menudo la persona con Trastorno de Personalidad Antisocial (TPAS) tiene una apariencia normal, presenta una buena inteligencia verbal y, sobre todo, un gran sentido de la realidad. Se puede decir que el TPAS tiene un pronóstico malo, sobre todo cuando se asocia con delincuencia y abuso de drogas.

El Trastorno de Personalidad Antisocial (DSM V) se caracteriza por un patrón dominante de inatención y vulneración de los derechos de los demás, que se produce desde los 15 años de edad en forma de trastorno de la conducta. Según las clasificaciones diagnósticas actuales, se requiere esperar hasta la mayoría de edad para el diagnóstico de un trastorno de la personalidad antisocial. El comportamiento antisocial no se produce exclusivamente en el curso de la esquizofrenia o de un trastorno bipolar.

Los trastornos de la personalidad tienden a presentarse en la infancia y adolescencia y a persistir durante la edad adulta. Para diagnosticar un Trastorno Específico de la Personalidad (F60) se requiere la presencia de una alteración de la personalidad no directamente atribuible a una lesión o enfermedad cerebral importante o a otros trastornos psiquiátricos, que reúna las siguientes pautas:

  1. Actitudes y comportamientos que carecen de armonía, que afectan por lo general a varios aspectos de la personalidad; por ejemplo a la afectividad, a la excitabilidad, al control de los impulsos, a las formas de percibir y de pensar y al estilo de relacionarse con los demás.

  1. La forma de comportamiento anormal es duradera, de larga evolución y no se limita a episodios concretos de enfermedad mental.

  1. La forma de comportamiento anormal es generalizada y claramente desadaptativa para un conjunto amplio de situaciones individuales y sociales.

  1. Las manifestaciones anteriores aparecen siempre durante la infancia o la adolescencia y persisten en la madurez.

  1. El trastorno conlleva un considerable malestar personal aunque éste puede también aparecer sólo en etapas avanzadas de su evolución.

  1. El trastorno se acompaña, por lo general aunque no siempre, de un deterioro significativo del rendimiento profesional y social.