Rosa

A mi hermana, con amor

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Después de tantos años, veo la fotografía de tus quince primaveras, en ella, me sostienes en tus brazos, ha pasado la vida y hoy, tanto tú como yo, somos esas mujeres que escribimos nuestra historia como hermanas. 

Desde niña te recuerdo como una mamá chiquita, concentrada en tus pensamientos, silenciosa, atenta a cada cosa que sucedía, al pendiente de los demás. Como mis padres trabajaban todo el tiempo para sostener una familia de quince integrantes, tú te encargabas de todos los menores, además de atarearte con mis tías y las propias labores: limpiar la casa, hacernos de comer, bañarnos y enseñarnos, principalmente a las hermanas, a sostener un hogar con todas las virtudes de mujeres hacendosas.

Tu color de piel es blanco, pese a los años bajo el sol, continúa siendo el color más claro de la familia. Rosa, eres bajita como yo, pero tu altura está en tu templanza, en tus fortalezas, en tus virtudes de mujer luchona, en tu ser de madre, floreces en la distancia y en el silencio, sigues al pendiente de cada uno de nosotros. 

Rosa, como todo ser humano, también has pasado difíciles momentos en este asunto de aprender de la vid; sin embargo, eso complicado lo has convertido en amor por la vida, por ti misma y por tu familia. 

De todas las hermanas eres quien guisa como los ángeles de manos maternas, como nuestras mujeres ancestrales. Mis padres heredaron en ti, ser la primera hija y con ello, la sabiduría de ser la hermana mayor, grande en responsabilidades, en compromisos, en promesas de amor.  

Fuimos seis hermanas y ocho hermanos, papá y mamá y tres de ellos, se nos han adelantado, hoy es tu cumpleaños y te ves como esa foto de tus quince ¡Bellamente esplendorosa! En tus brazos tienes a Carmela, la flaca, que te agradece haberla sostenido con cariño.  

Eres la hermana mayor que no olvida nuestra historia, jamás se te pasa un cumpleaños por eso hoy, Rosa, la vida nos reúne para decirte: ¡Felices cumpleaños hermana¡ ¡Felices quince primaveras en estas setenta vueltas al sol!