Oriana Fallaci, periodista y escritora

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Era 1968, cuando llegó la fatídica fecha del 2 de octubre y la muerte de cientos de jóvenes, sucedió antes de inaugurar en nuestro país los Juegos Olímpicos. En una de las plazas, la de las Tres Culturas, situada en los edificios de Tlatelolco. Estaba presente una reportera de gran fama en Europa: Oriana Fallaci (1929-2006), quien vino a cubrir el movimiento estudiantil a nuestro país por invitación del Comité de Huelga: sus comentarios sobre lo sucedido fue una nota que ciertamente conmovió a Europa en particular, la que después de haber pasado el Mayo Francés, parecía, que igual que en los Estados Unidos, lo peor había sucedido ya: En USA, donde Angela Davis, el filósofo Herbert Marcuse, y el movimiento de Panteras Negras, comandado por Stochely Carmical, crearon fuerte movilización en contra de la Guerra de Vietnam, haciendo del año 1968, expresión de movilización juvenil, que no sólo estudiantil; sino haciendo que la presencia de la juventud en muchos países fuera realidad para los adultos.

Los relatos que hace a la prensa mundial, y en particular a la prensa italiana, desde una cama del hospital, está ahí en la imagen de sus múltiples entrevistas y momentos que vivió, la que es para mí, sin duda, una de las mejores periodistas del siglo XX.

Así fue como la conocí en sus crónicas o reportajes de aquellos años. Con el tiempo la fui descubriendo mejor como escritora de libros, es referencia en particular su libro Un Hombre, en el cual relata los hechos que llevaron a la muerte de quien fuera su pareja, el líder griego Alexandro Panagulis, un héroe de los que pertenecen al ejemplo de Giacomo Matteoti sacrificado por el fascismo en 1923; siendo diputado que se atrevió a desafiar a Benito Mussolini al calificarlo de dictador y violento dirigente de las camisas negras desde la tribuna. Alexandro Panagulis, quien debe ser recordado en la historia por la democracia en Grecia, comprueba que de esa misma estirpe era, como lo fue nuestro senador Belisario Domínguez, asesinado por el dictador y magnicida Victoriano Huerta.

Estos ejemplos de entereza y fe democrática es la expresión más alta del civilismo en un país y para el mundo. Oriana Fallaci, que tanto amó a este Hombre, con mayúscula, perdió gran parte de su alegría de vivir, pues al matarle a quien era su pareja desde 1973 a 1976 en que le asesinan, al hacerlo le quitaron el amor en persona. Su batalla por hacer que el asesino pagara su culpa no se detuvo nunca. Demostró que el responsable de atacar el auto de Alexandro era un sicario del Estado griego, que la muerte de Panagulis era un asesinato de Estado, y comprobó que dicho sicario había perseguido por más de tres años con el fin de acallarlo, pues contaba con documentos en que se comprobada muchas de las acciones que la ultraderecha —fascistas remanentes de la Segunda Guerra Mundial—, seguía ejerciendo al interior del gobierno.

La amenaza de Alexandro Panagulis de presentar dichos documentos en el recinto legislativo, unos días antes de su muerte fue la causa. Ya no llegó, pues el sicario se encargó de aventarle el coche en una curva elevada en la ciudad de Atenas, logrando hacerle salir del mismo y en su caída perder la vida. Mikele Stefas, quien era el responsable, siempre expresó que nunca lo había visto en vida, y Fallaci mostró las veces que se les había aparecido, no sólo en Grecia, sino fuera de el     —por ejemplo—, en Florencia. Comprobando que el sicario andaba detrás del político griego desde hace tiempo. La autoridad que impartía justicia sólo condenó a 3 años de cárcel al sicario. Lo que rompió el corazón de Oriana, quien amenazó con publicar los documentos por los cuales habían asesinado al político griego. Es relevante verla en la entrevista, donde hace saber que dichos documentos se han de hacer públicos, a pesar de estar amenazada de muerte por la ultraderecha griega, que enquistada en el gobierno de ese tiempo, había mostrado el temor que tenía de que fueran conocidos.

Oriana, La Fallaci, como se le conocía en el mundo, dijo: Estos documentos están a buen resguardo, y los hago responsables de lo que me suceda al gobierno y a la ultraderecha (fascistas) griega. Pero no tengo miedo. Si yo muero los documentos serán publicados, así que si muero, si no muero, si no me pasa nada, de todos modos, han de ser publicados pues tal ha de ser su fin. Los politiqueros han de saber que estos documentos por los cuales murió Aleko Panagulis han de salir a la luz, dijo con total valentía. No tenía miedo de lo que le sucediera, la valentía de esta mujer, como mujer, como ser humano, es de las muestras más altas que haya encontrado en mis lecturas, o que hubiera conocido en vida. Mi admiración por ella no tiene parangón.

Es bien conocido al vivir la triste experiencia —ante la muerte de su pareja en 1976— en el año de 1979 publica un libro de resonancia mundial titulado: Un Hombre, como homenaje a quien fue el amor de su vida. Ella cuenta que en entrevista con Pietro Neni, quien fue presidente de Italia, al preguntarle al político socialista si amaba a los hombres, el admirado italiano de larga trayectoria, quien fuera miembro de la resistencia contra el nazifascismo en décadas aciagas de los treinta y cuarenta del siglo pasado, dice La Fallaci: se levantó molesto, fue a la otra habitación y regresó más calmado, sólo para decirme Sí, amo al Hombre, con mayúscula. Y lo mismo Oriana ha contestado desde entonces, cuando le preguntan si ama a los hombres, Sí, al Hombre con mayúscula. Al resumir la personalidad de su pareja, al que amó por siempre. Tanto es así, que le reconoce, no tanto como político, ni como héroe, sino como Poeta, pues considera que es el lugar más alto en el hombre, o en la mujer, cuando viven para el bien.

Como muestra lee un bello poema escrito por Alekos, cuyas letras dan ideas sobre la humanidad, y son prueba del pensamiento y del porqué luchaba el político griego. Periodista dedicada sobre todo a entrevistar a personajes de la política de su tiempo, su vida comienza, como corresponsal de guerra en Vietnam; donde le hacen firmar un papel que dice no hacer responsable a ningún gobierno de lo que le pudiera pasar, De ahí en adelante su valentía y audacia fueron su marca. Desde Vietnam, pasando por las guerras del Medio Oriente, donde pudo ver los hechos que comprobaban los enfrentamientos más ríspidos entre palestino e israelíes. Nada le fue negado en el recorrer los campos de batalla, las visitas a los grandes palacios donde el poder político imperaba soberbio. Famoso su libro Entrevistas con la Historia publicado en el año de 1976, aparecen personajes importantes de esas décadas: Indira Gandhi, Golda Meier, Yasser Arafat, Zulfikar Alí Bhutto, Willy Brandt; de éste último, recuerdo la entrevista donde a una cuestión sobre su pensamiento socialista —decirle que si seguía siendo marxista—, el político más reconocido de Alemania en ese tiempo, le contestó que en la juventud estaba bien ser de ideas marxistas o comunistas, pero que la madurez del hombre debería de entender que para el progreso lo mejor era dejarlas a un lado.

Me sorprendió porque pensaba que mientras más se hace uno adulto, las ideas buenas de la humanidad deberían de sostenerse y enriquecerse. ¿Sería porque W. Brandt era socialdemócrata y no comunista?  Oriana Fallaci, es ejemplo admirable de la reportera, de la periodista que ve el mundo y a la humanidad en su grandeza y pequeñez. Periodista y escritora se juzgó a sí misma igual cosa: cuando escribo para la prensa soy escritora, y cuando hago mis novelas soy la misma: así que no hay diferencia para mí, decía la mujer cuya sabiduría abarcaba el mundo. Lo mismo en América que en Europa, igual en Asia que en el Medio Oriente, su cultura era planetaria y muy pocas personas tenían tales cualidades. Amiga de Pier Paolo Pasolini, poeta, cineasta y columnista radical del Corriere de la Sera, los dos fustigaron a la clase política italiana, que igual demócrata cristianos o comunistas, —parecen la misma cosa—, al jugar al golf en los campos de Italia. La lucha de los dos genios y artistas fue contra hipocresía de politiqueros; ellos son expresión del periodismo basado en la Verdad con mayúscula, y en busca del Hombre que entrega su vida por la humanidad.